Cuento erótico "Hilaria y Malena" de Anelis Díaz Rios

28.12.2019
Cuento erótico "Hilaria y Malena" de Anelis Díaz Rios
Cuento erótico "Hilaria y Malena" de Anelis Díaz Rios

Te presentamos uno de los cuentos escritos en nuestro taller de Escritura Creativa de Cuento erótico, organizado por el Club de Lectura La Paz, 

"Hilaria y Malena" escrito por Anelis Díaz Rios

Malena, ¿Qué pensaste cuando me viste por primera vez?

Probablemente tus palabras serían las más benévolas que nunca antes alguien usó conmigo. Me quedo tan tensa como mi cuerpo me lo permite llevándome a la cabeza su imagen. Cada vez que el sol irrumpe por la mañana me tomo unos minutos de reservada ataraxia. Miro las saeta del reloj apuntar el momento exacto en que aparece. Siempre es igual. Me levanto de la cama pensando en su nombre. Me visto pensando en su nombre. Me encamino a desayunar pensando en su nombre y cuando por fin se da el momento en que ella pasa por mi pórtico me hallo perdida en su esencia. Ahí va Malena repleta de luz, audacia, demostrándole al mundo lo perfecta que puede ser. Con una melena que no parece tener fin. Ojos de entera nobleza. Un semblante conmovedor. Camina con la mirada perdida. La observo desde mi ventana, aprovechando cada segundo que tengo antes de que desaparezca de mi vista.

Una diadema de modesto brillo separa sus cabellos. Su blusa de rosa pálido es toda una sutileza. Su cuerpo es como un ir y venir de curvas, detrás de todo lo que esconden permanecen sus vestiduras, me quedo trabada en sus caderas que mientras se balancean de un lado para otro movilizan la falda que lleva puesta creando un vaivén de sensualidad. ¿Por qué no puedo ser como ella? ¿Qué hay en mí que me convierte en su contrariedad? ¿Son mis cabellos cortos que carecen de seda? ¿Mi aspecto astroso y mis prendas masculinas? Es tan delicada, femenina y yo solo una mofa a su aspecto. Más pronto de lo que espero ya no está. Tomo mi mochila y salgo camino al instituto. Llegado el momento caigo en otro tedioso día, todo marcha cotidiano hasta que por fin alcanzo la hora en que Malena y yo compartimos la clase. Su aparición en el aula siempre es una constante molestia, no puedo tener alguna fijación en algo más que no sea ella. Al terminar la clase voltea de su lugar asignado y me dedica una afable sonrisa, se encamina hacia mí. Como de costumbre finjo prestarle atención, siempre ha sido así desde que nos conocimos. Malena me toma del brazo y comenzamos a caminar hasta la salida, casi nunca puedo escuchar claramente lo que me dice, suelta palabras sin valor alguno todo el tiempo, ya se me ha hecho una costumbre aparentar que la escucho mientras asiento con la cabeza. Esta mujer es como un estampido de palabrerío, mientras habla gesticula con las manos tratando de crear una escena para mí. La miro y solo puedo pensar en lo bella que es, con todo ese porte, toda esa aparente pureza que le acaricia el alma, la inocencia que evoca conmueve. Malena alza la voz para sacarme de mis constantes pensamientos y dejo de divagar. Me anuncia que se va, solo muevo la cabeza en respuesta.

Horas más tarde, me encuentro haciendo un café en la cocina de mi casa, llaman a la puerta. Entre lloriqueos e inconfundible ademán de melancolía se encuentra Malena que apenas me ve y salta a darme un abrazo en súplica de consolación. Me afirma con convicción que su repulsivo novio se volvió a liar con otra mujer. No encuentro alguna novedad en el asunto solo actúo como su mejor amiga y la consuelo. Pasamos hasta mi habitación. Nos acomodamos sentadas frente a frente en mi cama. No para de llorar y quejarse de todo el perjuicio que le ha causado. Le dedico una ojeada a su rostro que hecha lágrimas a voluntad inapetente, no me detengo ahí, tal vez era algo descortés presenciar su máxima angustia. Posar mis ojos en su blusa antes que tomarle atención a su lamento ¿Y cómo no podría hacerlo? si hoy sus pechos eran la estrella de la circunstancia. El botón más cercano a sus nacientes senos está a su libre albedrio, inhalo con fuerza tratando de mantener la compostura. Malena me mira fijamente y yo la miro a ella, por un momento su voz deja de resonar en la habitación. Me asusta la idea de saber que probablemente esta vez fui tan evidente que captó mi constante fisgoneo hacia su blusa. Se enjuga las lágrimas de sus mejillas, Automáticamente le ayudo a retirarlas de su piel para lo que me acerco dejando solo centímetros entre nosotras. El silencio nos cobija. Alzo mi brazo para retirarle un mechón de cabello que cubre su hombro derecho, permanece quieta. Estamos tan cerca que puedo respirar su aliento. Malena parece nerviosa y algo incómoda. Podría alejarme y terminar con la situación para darle rienda suelta a una ocasión más llevadera pero mi cuerpo esta encendido en lumbre y no quiero dar marcha atrás. Jamás estuvimos tan próximas. Jamás la tuve así para mí.

Siempre fui la clase de persona que piensa las cosas más de una par de veces antes de proceder pero esta vez era la más grande excepción. Malena, mi Malena estaba aquí como nunca antes estuvo, la deseo tanto, más que a nadie en este mundo. Ella tiene que ser mía sin importar nada. Sé de ante mano que puedo dar un paso más y acabar con todo en absoluto ante su rechazo. Nada valía más la pena que ese momento. Mi brazo se pasó directo de su hombro hasta su blusa tratando de ser muy cuidadosa para no asustarla. Se quedó quieta mientras pasé mi mano por dentro de su sujetador, fui astuta y comencé por acariciarla con la máxima delicadeza que me permití. Lo sentí tan vívido, al primer roce de nuestras pieles soltó un jadeo en respuesta a mi movimiento. Escuchar su voz por una acción que yo había causado fue todo lo que necesité para perder la cordura. Saqué mi mano de su sujetador y con ambas le abrí botón por botón hasta dejarla al descubierto por completo. Sus pechos eran un manjar. La sangre me corría con fuerza. Había imaginado este momento tantas veces que pensé no poder realizar ni un movimiento más. No fue así. Entre más lo pensaba más me alucinaba la idea de tocarla, de saborearla. A partir de ese segundo no nos dirigimos la mirada ni por accidente. Tal vez estamos abochornadas por llegar hasta esta instancia pero no puedo parar, no puedo dejar que se me vaya la oportunidad que anhelé desde la primera vez que la vi.

Malena se deja caer en mi cama, está puesta para mí. Sus ojos repasan el techo de mi habitación que ahora se ha convertido en un infierno atrayente. Quiero que un segundo se convierta en algo más para ella como lo es ahora para mí, no lo tolero más, la beso con fuerza, no puedo ofrecerle más sutileza, lamento tanto no poder contenerme, fuimos una misma en tan solo un beso que arde indómito. A duras penas nos soltamos los labios. Me pongo en pie y me doy cuenta de lo que desea que yo le haga. Esta tan sonrojada que no tiene idea de cómo pedírmelo. Su cohibido comportamiento es lo que me desequilibra, mis piernas flaquean. La ansío de sobra. Subo a la cama y me pongo de rodillas frente a sus piernas que están flexionadas, algo me deja atónita pues es Malena misma quien recoge con sumo cuidado su falda y se despoja de sus bragas dándome la entrada a la gloria. Me tomo mi tiempo antes de regocijarme en sus adentros. La pasión que tenemos la una por la otra es incomparable. Nunca llegué a pensar que se entregaría a mí en cuerpo y alma, más que en mis incontables noches de añoranza en un toqueteo de imaginación inapropiado. La amo tanto, quiero que sea eterno todo lo que nos lleve a estos momentos en que en su consumación la vida cobra sentido. En que somos lo que queremos ser ante un deseo impetuoso. Al fin, me adentro entre sus muslos. En medio de ellos mora el deseo más virtuoso que guarda para mí. Quiero ser yo quien beba de su néctar hasta morir. Me pierdo probando de ella, respiro, me recuerdo a mí misma estar viva mientras escucho como gimotea una y otra vez por los constantes roces de mi lengua dentro suyo. La escucho y me acelero, quiero que sienta lo que nunca antes alguien le ha hecho sentir. Alcanzo a ver sus manos apretando la sábana de la cama tan fuerte, ya no puedo, no puedo soltarla más. Malena suelta un último chillido y se deja ir. Recostada en mi cama por fin estoy de vuelta en la frígida realidad, no me mira, no me dice nada. Me recuesto a su lado pero de su atención no tengo ni una pizca.

Pasamos horas recostadas en el lecho sin dirigirnos ni una palabra, fue un acto dificultoso de digerir, tal vez más para ella que para mí, pero a fin de cuentas había pasado. Fue real lo que inundó mis sentidos cuando me entregó su ser. De un momento para otro Malena se pone de pie y comienza por abotonarse la blusa en silencio, trata de peinar su revuelta melena y se encamina hasta la puerta de la habitación. Antes de que pueda desaparecer de mi vista le suelto solo unas palabras.

-Te amo, Malena.

Me mira, Solo veo en su faz un gesto vacío. Antes de que pueda romperme el alma se retira de la escena soltando frágilmente su voz. Me corresponde.

-Te amo, Hilaria.

Se marcha sin dar un pie atrás.

Puedo arriesgarlo todo apostando mi vida a que la seguiría a donde fuera, aun así la suelto, la dejo ir.

A partir de ese trance jamás la vuelvo a ver.

Malena, ¿qué pensaste cuando me viste por última vez?

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