Lo colgué en exposición. La sala se
fue llenando de observadores. Llegó pronto el crítico Illuminato, abriéndose paso
entre la muchedumbre compacta. Observó de cerca el detalle, se alejó para verlo
en perspectiva. Colocó su mano bajo el mentón con el índice hacia arriba,
levantó las cejas.
Dióse vuelta recorriéndonos con su
mirada.
Habló, habló y habló.
Lo escuché asombrado,
luego estupefacto.
Me había olvidado de la
Fe.
Miré de reojo al
público atónito.
Retornamos
cabizbajos...
Meditando
sus palabras..............................................................................
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Nos suicidamos en masa.