Cuento "Paso de cebra" escrito por Arturo Meneses
Te presentamos el cuento "Paso de cebra", escrito por Arturo Meneses en el taller de escritura creativa "Cómo escribir un cuento" organizado por el Club de Lectura La Paz y facilitado por Wilmer Urrelo.
"Paso de cebra"
Arturo Meneses
Huyo por la inexistente senda de la noche que está siendo azotada por un violento monzón. Más allá de la abrumante lluvia, ni una estrella en el cielo. Sólo negros y densos celajes se sacuden con ímpetu a causa del bravo vendaval. Destellantes truenos se propagan por instantes, descubriendo mi veloz y escabroso recorrido. El espeso fango de mi senda y los húmedos filos de las ramas de los árboles, falsamente muertos, rasgan mi cuerpo. Parecen querer detenerme. Cargo contra el fiero viento que se empele contra mi cuerpo, contra mis ojos, cegándome. Corro con desespero ya por toda una eternidad hacia aquel otero. ¡Si me detengo, moriré!
Me persiguen las macabras y burlonas risas. Sus causantes son tan veloces como yo. Los truenos y los ecos de las risas se disipan en la profundidad de la oscilante sabana. De rato en rato, ávidos, lanzan sus colmillos contra mi cuerpo. Son cuchillas que se bañan en mi sangre y saborean mis entrañas. ¡El olor de la linfa es intenso! ¡El dolor, el dolor es insoportable! Con profundo temor volteo la mirada y veo que a los rictus les escoltan unos luminiscentes y pérfidos ojos de apetencia. ¡Se agigantan! ¡Se avivan! ¡Se acercan! ¡Huyo...! ¡Me falta el aire! ¡No puedo respirar! ¡Mi cuerpo arde, se expande y se contrae! ¡Siento un enorme peso, como si varios de ellos ya estuvieran sobre mí! ¡La desesperación me consume, entonces corro con mayor arrojo!
En la cima diviso algo de claridad, donde incluso se dibujan algunas estrellas que parecen parpadear. ¡Qué alivio! Las risas van silenciándose entre la moribunda hierba que ondea a mis espaldas. Los mordiscos cesan. ¡No importa! ¡Sigo huyendo! ¡Doy un enorme brinco hacia la cúspide! ¡Caigo sobre un charco, causando un inoportuno chapoteo de lodo!
¡Otro relámpago ilumina el lugar! ¡Es cuando descubro que los titilantes destellos no son estrellas! ¡Son los chispazos de las miradas de la tumultuosa y relajada nobleza! ¡Allí están las melenas que coronan a los formidables cuerpos ya embarrados! ¡Encuentro largas y fornidas extremidades! ¡Al instante, con ímpetu, son arrojadas sobre mí! ¡Me derrumban sobre la ciénaga! ¡Allí, donde se hunden las prestas gotas que deja caer el temporal! ¡Entre ensordecedores rugidos, sus colmillos se clavan en mi garganta!
¡No puedo batallar! ¡No puedo siquiera moverme! No puedo... ¡Me ahogo! ¡El intenso dolor que sentía hasta hace un rato se va disipando en la inconsciencia! ¡Antes de bañar sus belfos con mí sangre, antes de desmembrarme y zarandar a mis huesos, estos fieros reyes y su joven prole me obsequian el sosiego de la muerte! ¡No como los amos de las cobardes risas en retirada! ¡Bufones despreciables! ¡Sanguinarios! ¡Me devoraban en vida...!